Un paso atrás, posiblemente de algún decenio, es lo que ha dado este país.
Cuando hablo con delegados, miembros de comités de empresa,
afiliados y gente en general, me sigue llamando
la atención su reacción: La extrañeza ante la realidad laboral.
Lo difícil que resulta gestionar el día a día cuando
trabajas en una empresa donde la titularidad, llámalo empresario, se comporta
de forma arbitraria. Lo complicado que es aceptar que la cosas han cambiado y
que no van a mejor.
La progresiva pérdida de herramientas sindicales para frenar
o corregir situaciones de abuso objetivo. La displicencia
que demuestran los poderes públicos, empresarios, y también hay que decirlo,
muchos compañeros, ante lo que podemos
aportar los sindicatos. Piensan que …. ¡Para eso ya estamos nosotros!
Es duro reconocer que hay que luchar, no para avanzar, sino
para recuperar la posición social perdida. Los mayores porque se relajaron, los de
mediana edad porque vivieron en la tendencia positiva y los jóvenes porque lo
tienen crudo y están hasta las orejas de oírnos, a los mayores.
Así que, tomando nota de mis propias palabras, lo que precede
es tomar conciencia de la situación y estar delante. Apoyar a quienes dan la
cara. A los que se mueven. A los sindicatos que estén junto a los trabajadores,
que no son todos. En resumen, los tiempos no están para verlas venir.
Y cuidado, porque en cuanto avancemos, el termómetro subirá
en forma de campañas de descrédito sindical.
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